miércoles, agosto 23, 2006

.4.48 Psicosis

Sarah Kane

El Doctor No Sé Qué y el Doctor No Sé Cuánto y el Doctor Vaya a Saber, que está de paso y que le pareció bien venir a joder también un poco. Ardiendo en tibio túnel de congoja, mi humillación se completa cuando me sacudo sin razón y me tropiezo con las palabras y no tengo nada que decir sobre mi “enfermedad”, que de todos modos sólo consiste en saber que nada tiene sentido porque me voy a morir. Y estoy estancada en esa suave voz psiquiátrica de la razón que me dice que hay una realidad objetiva en la cual mi cuerpo y mi mente son uno solo. Pero no estoy aquí y nunca he estado. El Doctor No Sé Qué anota y el Doctor No Sé Cuánto ensaya un murmullo compasivo. Observándome, juzgándome, oliendo el terrible fracaso que rezuma mi piel, mi desesperación aferrada con uñas y dientes y mi pánico que todo lo devora, empapándome, mientras boquiabierta me horrorizo ante el mundo y me pregunto por qué todos sonríen y me miran sabiendo en secreto de mi dolorosa vergüenza. Doctores inescrutables, doctores sensatos, doctores estrafalarios, doctores que más bien dirías son pacientes bien jodidos si no fuera porque te presentan pruebas, hacen las mismas preguntas, ponen palabras en mi boca, ofrecen curas químicas para la angustia congénita y se cubren las espaldas unos a otros hasta que quiero gritar que vengas, el único doctor que me tocó por propia voluntad, que me miró a los ojos, que se rió de mi humor de cadalso pronunciado con voz de tumba recién cavada, que se lo tomó en joda cuando me afeité la cabeza, que mintió y dijo qué bueno verte.

Sarah Kane 4.48 Psicosis


sábado, agosto 19, 2006

A veces...los demonios

Angustia (Diego Siqueiros)
Monstruo hábil que ruge
De las entrañas de un grito
Un enfermo inadaptado
Un llanto torrencial
Martillo de agua que cae iracundo sobre la tierra

Saeta veloz que no perdona
Aguda flecha clavada en el orgullo agazapado,
en la esquina vanidosa de la pena
La angustia es deforme y colorada

Un impulso suicida
El deseo primordial de renacer
Ola que crece de adelante para atrás

Cuando estalla
Es la faz demudada de mi alma en un espejo
Abrevando en cada lágrima su fin.

miércoles, agosto 09, 2006

To die, to sleep... perchance to dream


Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de un pomegranate un segundo antes de despertar. (Salvador Dalí)

De todas las felicidades que lentamente me abandonan, el sueño es una de las más preciosas y también de las más comunes. Un hombre que duerme poco y mal, apoyado en una pila de almohadones, tiene tiempo para meditar sobre esta voluptuosidad particular. Concedo que el sueño más perfecto sigue siendo casi por necesidad un anexo del amor: reposo reflejo, reflejado en dos cuerpos. Pero lo que aquí me interesa es el misterio específico del sueño por el sueño mismo, la inevitable sumersión que noche a noche cumple osadamente el hombre desnudo, solo y desarmado, en un océano donde todo cambia, los colores y las densidades, hasta el ritmo del aliento, y donde nos encontramos con los muertos. Lo que nos tranquiliza en el sueño es que volvemos a salir de él, y que salimos inmutables, pues una interdicción extraña nos impide traer con nosotros el residuo exacto de nuestros ensueños. También nos tranquiliza el que nos cure de la fatiga, pero esa cura temporaria se cumple por el más radical de los procedimientos, el de dejar de ser. Allí, como en otras cosas, el placer y el arte consisten en abandonarse conscientemente a esa bienhechora inconsciencia, en aceptar ser, sutilmente, más débil, más pesado, más liviano y más confuso que uno mismo.

Memorias de Adriano, Marguerite de Yourcenar